El viernes 12 de octubre se celebró la boda real de Eugenia de York y Jack Broosbank, la royal wedding de la nieta de la reina Isabel II. Comparto mi opinión sobre el vestido.
Espléndida y radiante, así se veía Eugenia de York el día de su boda. Lució un elegante e impresionante vestido blanco con doble escote, manga larga y una falda abullonada con una espectacular cola, firmado por la casa afincada en Londres Peter Pilotto.
Su traje de boda ha sido, sin duda, un vestido de princesa moderna que le quedaba estupendamente. Fue diseñado por Peter Pilotto y Christopher De Vos, fundadores de Peter Pilotto, casa que no estaba en las quinielas conocida por sus estampados de vanguardia y estética colorida. Eugenia conoció a los diseñadores en un evento en apoyo a jóvenes artistas y desde entonces ha sido una de sus firmas de cabecera. Para su gran día, la petición que Eugenia les hizo fue en relación a la espalda de la prenda. Quería que fuera abierta.
"El vestido se desarrolló capa por capa, construyéndose desde el corsé y la compleja enagua hasta el ajustado corpiño y la falda plisada", explica la casa real británica en su web oficial. El cuello del vestido en V enmarcaba bien su cara, y se plegaba sobre sus hombros, cubriéndolos con gracia.
El escote de la espalda en pico revelaba la cicatriz de la operación a la que se sometió a los 12 años para corregir una escoliosis, lo que demuestra una admirable muestra de valentía por su parte. Con este significativo e inesperado gesto se mostraba orgullosa de uno de los momentos que marcó su vida y que la hacen única.
Según informa The New York Times, la princesa explicó en una entrevista en televisión en This Morning en ITV que quería así rendir tributo al hospital y a los doctores que la cuidaron y operaron y se trataba de una manera de apoyar a los jóvenes que pasan por lo mismo. Eugenia explicó en la pequeña pantalla que cree que uno puede cambiar la manera cómo concebimos la belleza, uno puede mostrar las cicatrices a los demás, y que es muy importante abogar por ello. Fue uno de los detalles más comentados.
Debo confesar que al principio me sorprendió la ausencia de velo –algo muy inusual para una royal–, pero después entendí que con él no hubiera podido lucir con orgullo su cicatriz. Se aseguró que se viera bien. Además, con la larguísima cola que llevó, de casi cinco metros, hubiera sido demasiado.
En apariencia sencillo, el diseño estaba repleto de motivos florales. De hecho, según señala la casa real británica, el tejido del vestido, ideado por el dúo de diseñadores en su taller londinense, incorporó numerosos símbolos cargados de significado para la Princesa: el cardo de Escocia, que reconoce el cariño de la pareja por Balmoral; el trébol de Irlanda, como un guiño al país originario de la familia Ferguson de la novia; la rosa de York y la hiedra, que representa la casa de la pareja.
Bajo el vestido se escondían unos peep toe satinados de Charlotte Olympia.
Me fascinó la espectacular e inesperada tiara de diamantes y esmeraldas "Greville Emerald Kokoshnik" –creada por la casa de joyas francesa Boucheron en 1921– que le prestó su abuela la Reina. Me gustó especialmente cómo quedaba el verde esmeralda con su pelo de tono rojizo. Combinaba además, con unos pendientes largos, también de diamantes y esmeraldas, un regalo del novio, Jack Brooksbank, con quien ha estado saliendo durante ocho años tras conocerse durante unas vacaciones de esquí en Verbier, Suiza.
Su look de belleza rezumaba perfección. Se decantó por el pelo con la raya en medio y recogido en un moño bajo, obra de Sonny-Jo MacFarlane del salón londinense Hari's, y con maquillaje de Hannah Martin, de la firma de belleza Bobbi Brown.
Es el vestido perfecto para una boda de ensueño como la que han tenido Eugenia y Jack.
Espero que sean muy felices.
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