Después de muchas especulaciones, finalmente este sábado descubrimos que la casa de moda que firmó su traje nupcial fue la francesa Givenchy. Aquí va mi opinión sobre el vestido.
Este sábado se celebró la esperada boda del príncipe Harry y Meghan Markle.
Para el gran día, Meghan eligió un vestido de novia de alta costura de la histórica maison Givenchy diseñado por la reconocida diseñadora de moda británica Clare Waight Keller, la directora creativa de la firma y la primera mujer que ocupa este cargo en la histórica casa de moda francesa.
La ya duquesa de Sussex eligió trabajar con Waight Keller por su estética atemporal y elegante, su confección impecable, su porte relajado y por ser un talento británico con una trayectoria exitosa que incluye trabajar como directora creativa de tres casas de moda con influencia global como Pringle of Scotland, Chloé y, a día de hoy, Givenchy.
Ms. Meghan Markle arrives at St George's Chapel #RoyalWedding pic.twitter.com/Hj79je8glV— Kensington Palace (@KensingtonRoyal) 19 de mayo de 2018
Naturalidad y elegancia minimalista
Sencillo, discreto, chic y atemporal. Meghan optó por un vestido de diseño sobrio, de corte simple, de riguroso blanco, de seda cady con manga francesa, cola y escote barco. Lo acompañó de un elaborado velo y una preciosa tiara. Iba impecable y correcta, pero lo mejor es que se mantuvo fiel a su estilo y a su manera de ser.
En mi opinión, el velo y la tiara fueron las claves del estilismo. El largo de la cola del traje era perfecto y el largo del imponente velo –de cinco metros de longitud– también lo era.
Mi único pero es que el traje no le quedaba ajustado del todo y se le hacían algunas arrugas por la parte del pecho y las mangas.
Ahora bien, lo maravilloso del vestido es que la realza a ella. El "wow factor" es ella, una mujer segura de sí misma y con mucha personalidad. Meghan es la protagonista. Su traje nupcial aparece pues, sin adornos, sin fantasía. La sencillez del diseño le cede todo el protagonismo. Y el resultado, perfecto con su propia imperfección, es exquisito.
Meghan ha optado por un diseño con una parte delantera discreta, por su escote barco y las mangas largas. #RoyalWedding #BodaReal #bodaharryymeghan pic.twitter.com/FgB7r3e28O— TheFashionJournalist (@thefashionjourn) 19 de mayo de 2018
Como señaló la casa real británica, el foco del vestido es el escote que enmarca sus hombros y a la vez destaca su cintura. Creo que fue una elección muy acertada, porque le resultaba favorecedor.
El velo, de tul de seda, es una pieza que Meghan hizo suya.
Estaba adornado con flores bordadas a mano en los bordes que rendían homenaje al jardín de Kensington, a su lugar de nacimiento, California, y a los 53 países de la Commonwealth –cuya líder es la reina Isabel II, la abuela de Harry–. Así lo quiso Meghan, según señala el Kensington Palace, para expresar su gratitud por la designación que recibió por parte de Su Alteza Real para ejercer como embajadora de la juventud de la Commonwealth. Por este motivo, Waight Keller diseñó el velo con distintas flores que representan a cada país, cada una única.
El dato curioso es que los artesanos, que pasaron cientos de horas de trabajo meticuloso, se lavaban las manos cada treinta minutos para mantener el tul y los hilos inmaculados.
En cuanto a los accesorios, lució el brazalete "Reflection" y los pendientes "Galanterie" de Cartier, todo en oro blanco y diamantes, muy discretos y adecuados a su look nupcial. Su anillo, realizado por Cleave and Company, es de oro galés.
La tiara que lleva Meghan 💕 Los pendientes son de @Cartier. #RoyalWedding #BodaReal pic.twitter.com/RJ4AJcNdxs— TheFashionJournalist (@thefashionjourn) 19 de mayo de 2018
Sin embargo, el accesorio más espectacular y el que más me gustó de su estilismo fue la tiara perteneciente a la reina María de Teck, que le dejó prestada la reina Isabel II. La tiara, compuesta de platino, diamantes y brillantes, es inglesa y se creó en 1932. Atención a la preciosidad del broche que la adorna en el centro que es de 1893.
Bajo el vestido lució unos zapatos blancos de tacón de Givenchy, unos salones con satén de seda duquesa.
Creo que un vestido despampanante hubiera desencajado. Ella llevó el vestido y éste se acopló a ella, y no al revés. Consiguió el equilibrio en su estilismo y logró mantenerse auténtica, sin disfrazarse. Por todo esto, me parece que hizo una buena elección.
Y es que no hace falta un vestido de Disney para ser una auténtica princesa.
"Entonces, el amor de los jóvenes no habita verdaderamente en sus corazones, sino en sus ojos". –W. Shakespeare (Romeo y Julieta, II:III) #RoyalWedding #BodaReal pic.twitter.com/pE6jpAJCJs— TheFashionJournalist (@thefashionjourn) 19 de mayo de 2018
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